domingo, 20 de febrero de 2011

La cocina


Antonio, el primer cocinero, flambeando

A las cuatro y media se despierta el marmitón, Enrique, o como muy tarde a las cinco. Es el primero del equipo de fonda en levantarse. Sus compañeros dicen que es el que menos cobra y el que más cosas hace, pero él no se queja. Quique trabajó muchos años en pesca y dice que, comparado con ese mundo, la vida y trabajo en este barco, es "un juguete". En pesca, los marineros trabajan sin descanso, incluso dieciocho horas al día y a veces están cuatro o cinco meses incomunicados, sin ir a tierra. Los trabajadores pueden llegar a embrutecerse y en numerosas ocasiones, se refugian en la bebida. Esta mezcla de circunstancias propicia las peleas a bordo. A veces, cuando vuelven a casa una temporada, son extraños para sus propios hijos, a los que casi no ven crecer. Al menos antes se ganaba mucho dinero como pescador, ahora ya ni eso.

Aquí, en la cocina del Cornide, hay un ambiente jovial en el equipo de fonda, que comprende: dos camareros, dos cocineros y un marmitón. Intentan tomarse la rutina con buena cara. Los cinco son gallegos, de las Rías Baixas, hablan en gallego, se meten unos con otros y se hacen reír. Con las bromas, se les pasa el día más rápido y amenizan la tarea, aunque como dice el primer cocinero “discusiones hay en todos los matrimonios”. Por lo que cuentan parece que algunos científicos, del centro oceanográfico de Mallorca y de Canarias, tienen mucho que aprender de esta filosofía de vida y sobre todo, respetar el trabajo que hace en el Cornide de Saavedra toda la tripulación. Del equipo científico de Cádiz, sólo tienen buenas palabras, desde la cocina, les dan el Oscar.
Antonio, el segundo cocinero


A las cinco, Quique trae el material que necesitan en cocina, distribuido por el barco en diferentes despensas, habitáculos y frigoríficos, lo que significa que está de arriba a abajo cargando cosas todo el día. Hay dos congeladores, dos neveras y dos despensas. También va preparando los alimentos, corta patatas y otras verduras. No tiene por qué empezar a trabajar tan pronto, pero está acostumbrado a ese horario- A las 7 llega Antonio, el segundo cocinero, que también adelanta trabajo y corta verduras y otros alimentos. En cocina preparan tres platos para comer y tres para cenar, para más de  cuarenta personas, todos los días. A las 8.00 llega Antonio, el primer cocinero, que planea y decide qué platos van a cocinar y servir. Esta tarea es más complicada de lo que parece, hay que tener en cuenta las dietas especiales de todos los comensales, las alergias, los regímenes, las intolerancias y a la vez, mantener una dieta equilibrada. Ya no hay muchos barcos en los que se mantengan tres platos en cada comida, con carne, pescado, verduras, fruta, yogures... Administra la comida y la distribuye, además de idear formas diferentes de cocinar la variedad limitada de alimentos que tiene a su disposición y todo esto, sin repetir menú muy a menudo, para que comer sea divertido.

Los domingos son días especiales a bordo desde el punto de vista culinario. Los científicos se toman a las 10 y pico un aperitivo a la italiana, es decir, se beben un Martini. En cocina, mientras tanto, preparan la comida. En la cocina hace mucho calor, aunque abran las ventanas y la puerta, siempre hace calor. En verano la temperatura  ha llegado a los 50º C. Además, cuando encienden los extractores, el ruido es infernal. De primero preparan entremeses, en cada plato ponen jamón serrano, mejillones, queso manchego y aceitunas. La presentación de la comida, y no sólo los domingos, es muy cuidada. El plato de entremeses es como una obra de arte, una mezcla ordenada de formas y colores. De segundo preparan pulpo a la gallega, que está de rechupete. Y de tercero, un chuletón de ternera inmenso, con pimientos rojos. Todo esto, regado con un Rioja. 
Quique

Víctor, el primer camarero y Antonio, el segundo camarero, después de servir el desayuno, de 9.00 a 10.00, hacen los camarotes: hacen la cama y limpian el suelo. Víctor se encarga del piso de los oficiales y Antonio del piso de los científicos. A las 10.00 empiezan a preparar la mesa y todo lo necesario para la comida. A las 11.00 y a las 12.00, Víctor toca una campana que resuena por todo el barco, para avisar a todo el personal científico de que es la hora de comer. Ponen y quitan la mesa, sirven los platos y lavan la vajilla. A las 13.00, el equipo de cocina, que lleva toda la mañana trabajando, por fin tiene un rato libre para comer y descansar hasta las 16.00. En este rato, cada uno tiene su hobby o entretenimiento. A Víctor, el primer camarero, le gusta leer, hacer manualidades y tiene una tele en su camarote. En casa toca la gaita, pero ahora ya no se la trae al barco, pues se le estropea la madera. Dice que lo que peor se lleva en el barco es la ausencia.

A las 16.00 empiezan todos, los camareros y los de cocina, con las actividades de la tarde. De 16.00 a 18.00, Víctor y Antonio limpian las sábanas y toallas, y hacen los camarotes que no hubo tiempo de hacer por la mañana. Cambian las sábanas y toallas de cada camarote cada semana. Este servicio tan completo y profesional no es lo usual. El Cornide, a pesar de acercarse al medio siglo de edad, está especialmente bien organizado y cuidado. Es el barco más grande del IEO y en e que caben más miembros de tripulación y de personal científico.

Víctor lleva desde agosto de  1995 en el Cornide de segundo camarero, tiene una pequeña cantina en el camarote, en el que guarda las cervezas y cocacolas. El guarda un listado con las consumiciones de cada uno y al final de la campaña lo cobrará. En cambio, los Aquarius y las cervezas sin alcohol son gratuitas, financiadas por el IEO.

Antonio, el segundo camarero, es de los más jóvenes de la tripulación. Al ser de otra generación, ve las cosas con otros ojos. Es agradable y un poco tímido, a veces cuando los miembros de la tripulación se meten con él de broma, se pone colorado. Suele trabajar dos meses, y luego pasar un mes de vacaciones en tierra. Igual que Quique, está contratado por Remolganosa. El IEO subcontrata muchos miembros de la tripulación a esta empresa. El resto, como el primer camarero y los dos cocineros, son funcionarios fijos del IEO. Antonio echa mucho de menos vivir en tierra, y sobre todo su tierra, el pueblo Bueu, en Pontevedra. Dice que es un cambio muy fuerte, y que se hace largo estar en la mar tanto tiempo, incluso aburrido. Lleva un año en el barco, y no lo ve como un trabajo para toda la vida, aunque sí piensa quedarse al menos hasta que pase un poco la crisis. En el barco es discreto y no habla mucho, aunque en tierra habla por los codos con sus amigos, a los que echa mucho de menos.
Antonio y Víctor en el comedor,
frente a una fotografía de Vigo, su tierriña

Los científicos comen la deliciosa cena que los protagonistas de hoy han preparado. De primero, sopa calentita, de segundo, gallo a la plancha con ensalada, riquísimo. Si no fuera porque el gallo tiene espinas, lo hubiesen engullido en dos segundos de lo sabroso que estaba. De tercero lomo flambeado con brandy, con una salsa   perfecta, no muy espesa, y de acompañamiento, patatas fritas. Víctor, el primer camarero,  cuida mucho a nuestra mesa que somos casi siempre sólo chicas, siempre insiste para que comamos suficiente y sobre todo, para que comamos bien. Es un lujo tenerle ahí junto a Antonio. Hace las comidas mucho más entretenidas, con su buen humor, las cosas siempre sientan mejor. De postre hay uvas.

A las 20.00 , todos los días, el primer cocinero, Antonio, se va de la cocina y prepara un listado de control de víveres: lo que se ha gastado en el día y el cálculo de lo que se ha gastado por cabeza. Hay asignados 9 euros por día y por persona. Los últimos dos días, el precio por persona ha sido de un poco más, sin llegar a los 9.50 Euros.

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